Lo cierto es que al principio me daba coraje, pero ya lo he aceptado y he sacado mi propio aprendizaje.
Hace unos dias iba al trabajo a las 7:15 h bajo una buena y abundante lluvia en mi moto y con mi chubasquero bien puesto.
Se me vino a la cabeza un anuncio de un vehículo de una marca bastante famosa por su innovacion en el mundo de los coches híbridos.
En el anuncio, un conductor aparentemente muy feliz canta una canción en voz alta mientras conduce en medio de un gran atasco, entre motos, peatones, elefantes y multitud de vehículos que se mueven a su propio criterio y sin aparente orden.
El mensaje es que este señor es capaz de sentirse así gracias al auto y que el telespectador debería imaginar cómo podria sentirse en una carretera mejor.
El caso es que al recordar el anuncio comencé a repetir en mi cabeza una y otra vez la canción. Bueno, el tarareo de la canción, porque para las letras soy malísimo, y más si son en inglés. Y me di cuenta de algo, no es el vehículo el que hace sentir bien al conductor, ni la situación, ni la carretera, ni la canción... es la actitud.
Seguramente bajo mi casco, yo llevaba la misma cara de flipao que el señor del anuncio, pero no porque los agentes externos me hagan sentir bien, sino porque yo, iba plenamente consciente y feliz, disfrutando del camino, de la lluvia y del día.
Asi pues, disfrutaré de lo que tengo y no por lo que tengo. Intentaré mantener la consciencia el mayor tiempo posible, y de no hacerlo, me intentaré percatar de cuando lo estoy, y cuando no.